La llamada “Constitución del año VIII” estableció un Poder Ejecutivo de tres cónsules. La conducción de la política
interna y extrema quedaba en manos del primer
cónsul (Bonaparte), mientras que los otro dos solo cumplían funciones
consultivas. El poder Legislativo, dividido en cuatro asambleas (Consejo de
Estado, Senado, Tribunados y Cuerpo Legislativos), carecía de facultades para
limitar el poder del primer cónsul. Este podía proponer leyes y nombraba
personalmente a los funcionarios de todas las jerarquías, a los gobernantes
locales y a los jueces.
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Napoleón como cónsul vitalicio de Francia |
En 1802, tras una consulta popular, Bonaparte
se convirtió en Cónsul vitalicio con el derecho a designar sucesor, lo cual lo
convertía prácticamente en un Rey.
Una reorganización a favor de la burguesía
El consulado fundo el Banco de Francia,
fomentó la industria y estabilizó la economía, con la que la moneda recupero su
valor.
En 1801 se restablecieron las relaciones con
el papa a través de la firma de un acuerdo llamado “Concordato”, A pesar de esto, la iglesia no recupero sus bienes, y
el clero siguió dependiendo del Estado Francés, que se encargaba de su
manutención. El gobierno nombraba a los obispos, y el Papa los confirmaba a su cargo. En 1804, el consulado redacto el Código Civil, que confirmo los derechos
y las garantías de los habitantes. Al garantizar la propiedad privada y
prohibir las huelgas, favoreció a la burguesía.
En el plano militar, Napoleón enfrento a la Segunda Coalición, Integrada por
Austria, Rusia, Gran Bretaña y Portugal, que se desarticulo tras sus victorias
sobre los austriacos, en 1802. La firma de los tratados de paz lo confirmo como
el hombre que traería a Francia a una época calma y prosperidad. En mayo de
1804, el senado proclamó a Napoleón Emperador
de los Franceses, y la decisión fue ratificada por consulta popular.
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Napoleón como Emperador de los franceses |